El referéndum, más allá de los dos bandos

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Como miembro del Comú de Lleida y vinculado a lo que llaman «comunes» me parecía que había que exponer algunas consideraciones hacia el referéndum, para, de paso, responder los reproches leídos y escuchados las últimas semanas.
Estamos viendo con preocupación como el debate ciudadano sobre el futuro de nuestro país se aleja peligrosamente de un máximo común compartido por los ciudadanos de Cataluña. Parece que a algunos les va bastante bien el tira y afloja en ambos bandos. ¿Quieren la gloria más que la vida? De rebote, aquellos movimientos ciudadanos que debían ser el músculo de la calle han sido fagocitados en gran medida por partidos que, a la hora de gobernar, no han mostrado la cara amable que las campañas pro independencia proclamaban. Dice que esto viene después … Ya lo veremos, pues. Hablamos, por el momento, del referéndum.
Como ya publicamos hace semanas, el Comú de Lleida se votó entre las personas adheridas apoyar la celebración de un referéndum, entendiendo que este debe ser vinculante, efectivo y reconocido internacionalmente. Y en nuestra apuesta por la democracia radicalmente participativa, llamamos enérgica a la participación.
Y no porque lo diga el gobierno de Cataluña y su propia estrategia, sino porque lo quiere muchísima gente. Demasiada gente como para tomárselo a la ligera o no hacer todo lo posible y más para hacerlo efectivo y garantizar su éxito. Aquí nos encontrarán. Pero donde no nos encontrarán es la eternización del conflicto y la «vivo vivo» del mientras tanto.
La ausencia de mayorías suficientes en las plebicitàries y la búsqueda apresurada de la legitimidad que posibilite la promesa de proclamar la independencia en 18 meses, han resucitado el referéndum unilateral con final feliz. Proclamación de la independencia en dos días. Pues bien, si resulta que el No hace boicot y que el Sí tira a pecho descubierto el polvo será duro. Sólo esperamos que los platos rotos no los pagamos los de siempre. Como con la «crisis».
Pienso que se puede llegar a entender la perplejidad de muchos ante el necesario acto de fe que se nos reclama, sin el cual se hace difícil creer en un desenlace satisfactorio de un referéndum que, sin unos mínimos de participación, vincula el Sí a la independencia expreso y el No a la perpetuación de un marco autonomista agotado. Todo en un escenario ahora tanto revuelto y complejo; polarizado y estático. Tanto en el seno proclamador como en el no tieso.
Hacemos el referéndum. Pero el referéndum, más que un trámite legitimador de una estrategia finalista, apresurada y quizás cansada, nos debería permitir saber dónde estamos, resituar el debate y ponderar posiciones también (o sobre todo) en nuestro país. Si es que el formato binario y el contenido inmerso en cada respuesta nos lo permite. Si la independencia no fuera posible en los términos establecidos habrá que encontrar un consenso que amplíe la mayoría social y por lo tanto el músculo en la calle y la perseguida legitimidad incontestable. Aún estamos a tiempo.
Respecto al sentido de voto, sólo puedo hablar de mi y de las diferentes opciones que se dibujan a mi alrededor. Votaré Sí pesar de no ser «independentista» y lo haré desconfiando del uso que se pueda hacer de mi voto. Motivos me sobran. Al Común hay personas que vivimos con ilusión el proyecto del «proceso constituyente», también indep, y otras versiones rupturistas.
También tenemos aquellos que votarán No a pesar de la lógica reticencia a verse vinculados con los «unionistas» y la machacona relación del No con una España apocalíptica (más riguroso sería decir gobernada por un PP inmóvil como la serpiente antes de atacar, prepotente y maltratador entre otras cosas aún peores. De chorizos y pijos también tenemos un Patac aquí).
Después tenemos los que se resisten a participar de un proceso gobernado sorprendentemente por una derecha catalana demasiadas veces alineada con aquellos de los que ahora se nos invita «a huir». Recordemos también que en la Cataluña mediterránea y mestiza hay gente de muchas procedencias e identidades y que la constante alusión a las bondades de lo catalán en detrimento de otro no les hace ninguna gracia. Ni el «primero los de aquí» se olvida tan fácilmente. No les falta razón.
Y finalmente hay un perfil que cada vez se visualiza más y con lo que estoy ganando simpatía. Los ni Sí, ni No. O Sí, pero así No. O No, pero Sí a cambiar. Quienes no se ven seducidos ni por un Sí indepe, processista, juntista, ni por un No cargado de connotación inmovilista. Quienes ni Sí ni No a esta pregunta, pero que quieren votar para romper con un estado en manos de la ultraderecha española, la imperialista, prepotente y soberbia, la xenófoba y clasista, la que resurgió de las cenizas después de ganar aquella guerra, la que aún no han perdido.
Y son muchos más de los que pensamos, dentro y fuera de los comunes. Todos estos son el caladero que debe engrosar una deseable más amplia mayoría de catalanes que queremos ser de pleno derecho el sujeto político que ya somos hace muchos años para devolver la soberanía al pueblo. La soberanía en todo.
A todas estas personas que no viera votar nulo, haciendo la cruceta a los dos cuadrados, o hacia cruceta, o escribiendo una poesía o adjetivo a la papereta.Esperem que el gobierno y las entidades que convocan el referéndum sean responsables y sepan leer el resultado y la participación a la hora de decidir qué hacer al día siguiente. Humildemente enmendar el artículo de la ley del referéndum donde se vincula cualquier resultado -en participación y percentual- a la proclamación o no de la independencia, así como echamos de menos más garantías vinculadas al proceso constituyente que debe hacerse contando con el grueso de la ciudadanía y con mecanismos de radicalidad democrática más allá de un parlamento dividido. El día 2 se debe dejar de hacer campaña partidista. Creemos que más crispación no ayudará a la consecución de las metas colectivas. esperamos también que tomen nota, ahora sí, los españoles. O suelta cuerda o no quedará ni un hilo.
Josep Maria Perera Sambola (Miembro del Comú de Lleida)

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